Un panel con fotos impresas de hermanos y hermanas que partieron a la Casa del Padre, y algunos cuadros de ellos y ellas puestos a la orilla del presbiterio, daban cuenta de la especial connotación de esta Santa Misa que presidió el padre Juan Francisco Baeza, con motivo de la celebración de la Luz.
Después de la Liturgia de la Palabra, de la Consagración del Pan y del Vino, después de la Comunión, y antes de finalizar la fiesta del Banquete Eucarístico, el presbítero explicó que el Cirio Pascual, “se consagra en la Vigilia Pascual cada año. Existe todo un rito para ello, se bendice el fuego con el que enciende y se consagra ese Cirio, por lo tanto, está bendito”.
Cuando se bautiza un niño, continuó el padre, “el Cirio está encendido y son los padrinos quieren desde él, prenden una velita como signo de su fe y de guardianes de la fe de su ahijado, y son ellos quienes se comprometen para que ese niño siempre mantenga esa luz de la fe a lo largo de su vida”.
“El Cirio Pascual se vuelve a encender cuando una persona recibe el Sacramento de la Confirmación, y también cuando alguien se va de este mundo, en el momento de la Misa de Difuntos, por lo tanto, toda nuestra vida cristiana está relacionada con ese Cirio que significa la Luz de Cristo Resucitado que ilumina nuestro caminar para que, sus hijos e hijas, no anden en tinieblas”, añadió.
Por eso, aseguró el padre Juan Francisco, “todos los signos que hacemos en nuestra Iglesia tienen un significado profundo en nuestro camino de fe”, e invitó a la asamblea a encender desde la Luz del Cirio la vela que llevaron, “y dense el tiempo para recordar a su ser querido”, mientras el coro acompañó con el canto este solemne momento.
La asamblea en silencio y actitud orante, se mostró conmovida y reflexiva mientras uno a uno los fieles encendieron su velita en memoria de quien ya está gozando de la vida eterna.
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