Después de la entrada y de incensar el Altar y la imagen de la Madre del Señor, la celebración se inició con el ritual de la penitencia, donde el Obispo Jorge Concha Cayuqueo, junto a algunos sacerdotes y mucho de los devotos presentes, arrodillados pidieron perdón por “los abusos que cometimos, las injusticias que permitimos y la desigualdad que no quisimos ver”. También “por la violencia que se enseña, causando muerte, lesiones, destrucción y gran temor e incertidumbre” y “por la falta de humildad para dialogar fraternalmente mirando el bien común de la Patria”.
En la oportunidad, inmediatamente después de la homilía, el Administrador Apostólico de la Iglesia osornina, invitó a la asamblea en este día especial en que se festeja a la Madre del Señor, a participar en el momento en que nuestro país fue consagrado bajo la protección maternal de la Virgen María, donde el coro con gran solemnidad acompañó el momento con el canto del Magníficat, y luego la asamblea presente, al unísono, hizo la “Oración por Chile a la Virgen del Carmen”.
Una celebración significativa para los creyentes católicos que, debido al contexto actual y las peticiones expresas de algunas comunidades, no hubo procesión ni pudo celebrarse en el Campo de oración dedicado a Nuestra Señora de Osorno como se realiza tradicionalmente. Sin embargo, eso no detuvo la fe ni el fervor de la gente que festejó la santa misa y que, al momento de la paz, unos a otros expresaron con un abrazo la fraternidad y la unidad que tanto se quiere recuperar en Chile. Un momento de emoción y de expresar los sentimientos; algunos con lágrimas, otros alzando el pañuelo y banderines, y todos cantando con gran energía: “Paz, paz, paz, el mundo pide paz. Logra la Paz en tu interior y derrámala en la Tierra”.
En tanto, el Pastor de Osorno en su homilía señaló que esta fiesta la “celebramos desde nuestra realidad, en un contexto del todo especial de nuestra Patria”, y desde esta mirada, invitó a dejarse guiar por “el ejemplo de María para ser discípulos (as) y comunidades, de hermanos y hermanas creyentes, con esperanza, que se aman y que son solidarios”.
También resaltó el poder vivir con esperanza la crisis por la que atraviesa el país e instó a apoyarnos “en la experiencia del caminar humano y en nuestra fe, los invito a no temer a la crisis. El ser humano ha madurado con las crisis, las personas maduramos con las crisis de la vida. La Iglesia ha tenido crisis y ha aprendido. Chile también ha madurado con las crisis”.
Y destacó que muchas cosas nuevas nacen sólo con las crisis “y en este sentido las crisis son como un parto en el cual hay dolor, pero hay esperanza y alegría porque nace un nuevo ser”, y llamó a no quedarse en el dolor, sino que hay que buscar “el por qué y el significado que tienen los hechos y los acontecimientos (…) La aventura de la violencia tampoco es el camino, tiene mucho de sin sentido y de degradación humana, y a eso no nos podemos sumar”.
“Profundizar, reflexionar, estudiar, analizar, rezar ya es un potente signo de esperanza” dijo y aseguró que también lo es, el hecho de hacer oración juntos como hermanos con música y canto como lo hacemos aquí y en muchos lugares en este día tan especial para nuestra fe”. También afirmó que otro signo potente es el permanecer, el perseverar en el buen camino, el de la justicia, de la paz, del bien, del amor, porque en las crisis está la tentación de huir, de escapar y seguramente como fruto de la desesperación.
“María nos enseña”, aseveró el Obispo Jorge y aseguró que necesitamos aprender más de ella, “de su servicio a causas buenas para la vida, a través de obras sencillas y cotidianas: La Virgen se dispone, dando espacio a la Vida y a la Esperanza y comprometiéndose con ellas”. También afirmó que “Ser servidores de la vida es creer en la posibilidad del amor, de la justicia, de la paz, de la bondad, de la alegría, es perseverar en la esperanza, aun cuando parece difícil y a veces hasta imposible”.
“En María nos confiamos y le confiamos nuestro país”, agregó el pastor de Osorno y continuó “le pedimos que nos acompañe, que nos enseñe, que nos proteja (…) Le confiamos a María lo que somos y tenemos: los dolores de nuestro país, los dolores propios, las injusticias que viven muchos, las penurias económicas, las angustias por la salud, el temor de la vejez por unas pensiones insuficientes, la desconfianza hacia nuestros líderes, el temor ante la violencia, etc., y recurrimos a su intercesión maternal ante el Padre”.
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