La Santa Misa se inició puntualmente al medio día, cuando la guía de la celebración leyó el resumen de la Fiesta Patronal y los orígenes del templo, lo que dio paso a la procesión del celebrante; padre Francisco Triviño junto a dos acólitas que aportaron con su servicio en el Altar.

Durante la Eucaristía, en que cada momento fue acompañado por el coro, la asamblea hizo oración y pidió al Señor por el Santo Padre, por los sacerdotes, por las vocaciones, y por los enfermos, por quienes fallecieron, y por las necesidades de cada persona y de las familias, por las autoridades y por el país.

En la oportunidad, en que también asistió a la Santa Misa el diácono Julio Jara Velásquez, el padre Francisco dio también la bienvenida al Administrador Diocesano que llegó a la celebración, saludó a los presentes y les animó a seguir el camino, el ejemplo de ambos Apóstoles de Jesús.

En tanto que, en su homilía el sacerdote, párroco de la parroquia Jesús Obrero, explicó que en el calendario la Iglesia Universal cada día celebra a un santo o una santa, y cada 29 de junio se festeja juntos a San Pedro y San Pablo, ¿para qué? “para que juntos nos den algunas pautas de vida”, aseguró.

Continuó su mensaje, y dijo que la historia de hoy, en la primera lectura (Hch 12, 1-11) y el Evangelio (Mt 16, 13-19) “nos muestra a un Pedro que experimenta en su vida, en un momento difícil, la intervención de Dios, en un modo tan milagroso que ni él mismo se lo cree. Fue una liberación orada y pedida por toda la Iglesia de Jerusalén, porque la oración siempre es escuchada. A Pedro, como al salmista el Señor le libró de todas sus ansias”.

Por otro lado, en la segunda lectura (2 Tim 4, 6-8. 17-18) “Pablo comparte con nosotros su experiencia: He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe”, dijo el padre Francisco y prosiguió, “Pero Pablo siempre ha tenido claro que es el Señor el que lo escogió, le ayudó y le dio las fuerzas para perseverar. Para él, cada día era tiempo favorable, era un día de salvación aun cuando pasó por varias penalidades, apaleado, apedreado, dejado por muerto, con hambre, con sed, desnudo y naufragado, y sin embargo, todo lo pudo en el Dios que le confortó.

“Tanto Pedro como Pablo, pasaron por un proceso personal muy intenso. El encuentro con Cristo les cambió de tal modo que se convirtieron en los líderes de las comunidades: uno, Pedro, de los judíos y otro, Pablo, de los paganos. Ambos con una sola meta: que se conociera a Cristo por todo el mundo. por eso celebramos su solemnidad juntos. Es que en la Iglesia hay sitio para todos, y para diversas tendencias, eso sí, siempre con Cristo en el Centro”, añadió.

Continuó su mensaje el padre Francisco Triviño, y recordó que “Pablo perseguía a los cristianos, se encontró con el Señor, y todo su celo perseguidor se convirtió en celo misionero. Pedro confesó a Cristo, le traicionó y volvió a afirmar su amor tres veces (Jn 21, 15-19) para convertirse en la cabeza de la Iglesia naciente, con María y con los otros apóstoles en diálogo para saber cómo vivir (El Concilio de Jerusalén, Hc 15) y abiertos a lo que Dios les iba revelando”.

Finalmente dijo que “la memoria de estos santos nos lleve a todos a vivir la fe con su mismo celo, con la capacidad de admitir el perdón, después de nuestras caídas, y siempre pensando en cómo más gente pueda conocer, amar y servir a Jesucristo”.

Al término de la celebración la comunidad se reunió en torno a la mesa de la fraternidad para compartir, de manera sencilla y acogedora, un momento de diálogo alegre y de hermandad.