La Santa Misa inició con la lectura del Decreto de Nombramiento que leyó el diácono Sady Oyarzo Cárdenas, e inmediatamente después de la homilía del Vicario General, padre Cristian Cárdenas Aguilar, el diácono Hugo Jaramillo realizó la profesión de fe y la promesa de fidelidad.
Siempre en la fiel compañía de su esposa Alicia Llaiquén, en la oportunidad en que este servidor del altar asumió la comunidad parroquial de Rupanco, también estuvieron presentes sus hijos e hija, quienes se alegraron por la nueva misión que le fue confiada a su padre en su entrega evangelizadora.
En su intervención, el diácono Hugo dio gracias a Dios por esta nueva misión encomendada, al obispo Carlos Godoy por la confianza dispensada, a su familia por el apoyo, especialmente a su cónyuge, y a la asamblea presente les instó a trabajar juntos en los desafíos de la comunidad.
En la ocasión, la catequista Patricia Navarrete, en nombre de la comunidad rupanquina dio gracias al padre Juan Aros por todo el trabajo pastoral y el acompañamiento cercano y comprometido que realizó desde el 16 de marzo del año 2022. También dio la bienvenida al nuevo Encargado de Cura Pastoral y Administrador de Bienes, expresando la disponibilidad para el trabajo conjunto en el quehacer y los desafíos que tiene la comunidad parroquial.
Por su parte, el Vicario General, padre Cristian Cárdenas Aguilar, quien presidió la Santa Misa, dio gracias “al padre Juan Aros por este tiempo que acompañó a la comunidad, y por la generosidad de don Hugo, por disponerse a venir en servicio a esta comunidad”.
En su homilía también agradeció a Dios porque pese a las dificultades “que tengamos como diócesis, aunque tengamos escasez de sacerdotes, aunque también los diáconos no son tantos, siempre esta comunidad ha estado pastoreada, y de esa forma, la comunidad se ha mantenido con vida y firme en su fe, como ese regalo maravilloso que Dios nos ha dado”.
Señaló que siempre hemos “de tener a Dios a la base de la construcción porque es Él quien nos da la vida, nos fortalece y regenera”, y señaló que tal como el Cedro, en la lectura de la profecía de Exequiel, “así también como comunidad y como Iglesia debemos ser capaces de acoger, de recibir, y muchas veces tal vez no estamos en nuestro lugar de origen y fuimos trasplantados, y allí también estamos invitados a producir los frutos del Reino”.
Agregó que del mismo modo en que Jesús explica el proceso de la semilla que cae en tierra, “y que ahí el sembrador, sea que duerma, sea que esté despierto, sea de noche o de día, la semilla sigue creciendo, se sigue desarrollando, pasa así también con el don de la fe que hemos recibido, esa fe que fue depositada en nuestro corazón (…) esa semilla sigue produciéndose al interior de nosotros, se sigue desarrollando para en un momento llegar a producir los frutos”.
“Y así como la tierra se abre para recibir la semilla, abramos nuestro corazón para recibir esa presencia de Dios, y que produzca los frutos que Dios quiere”, dijo el padre Cristian y añadió que al igual que la parábola del grano de mostaza, como lo explica Jesús, “si nos dejamos tocar por Él, podemos producir muchos frutos, y siempre, si nos dejamos tocar por Él, vamos a producir lo que Él quiere y espera de nosotros”.
“Dispongámonos para que nuestra producción y nuestra cosecha sean abundantes, y en esa producción, no olvidemos nuestra oración por las vocaciones, para que hayan más consagrados, más sacerdotes. Oremos para que nuestra vida, y nuestro ambiente laical, en nuestro apostolado, también la vivamos como una consagración”, finalizó el Vicario General.
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