En la oportunidad, el cuestionamiento que Jesús hizo a los discípulos de Emaús en el camino, se preguntaron también obispos y pastores de las iglesias cristianas de nuestra provincia, el pasado 22 de octubre: ¿Qué le está pasando a la gente, en el mundo, en América Latina, en Chile, en Osorno? ¿Qué nos está pasando a nosotros los pastores, los creyentes? ¿Cómo estamos caminando con el Pueblo de Dios?

Estas y otras interrogantes estuvieron presente en este encuentro de pastores que, según la inquietud del obispo Jorge, tuvo como objetivo el «conversar, reflexionar y buscar modos de servicio a la fraternidad, a la paz y a la unidad, desde nuestro núcleo esencial que es “la adoración a Dios y el amor al prójimo, en este tiempo, en nuestra ciudad y en nuestro país”.

“El mandato que tenemos los discípulos de Jesucristo, es el de anunciar en todo el mundo el Evangelio; esto supone también estar atentos a los cambios y a las características que van adquiriendo la sociedad y las culturas en cada tiempo, porque es el ser humano quien está a la base de todo esto: de él nace y a él afecta, y a él y a todo lo suyo viene el Hijo de Dios”, agregó.

“En Chile estamos viviendo un tiempo de mucho cambio, como siempre lo ha sido, sin embargo, ahora, es de un modo más acelerado. Lo podemos ver en la economía, en la política, en lo cultural y social y por su puesto en lo religioso, y eso se refleja en lo estresadas que se encuentran prácticamente todas las instituciones de cada uno de estos ámbitos. Un gran botón de muestra es lo que viviremos este domingo 25 de octubre y lo que vendrá a continuación”, dijo el pastor de la Iglesia diocesana.

Esta es la realidad que vive nuestro país, nuestra ciudad y nuestra provincia, y nosotros somos parte de ella. “Es la parte de la historia que nos toca vivir, donde estamos llamados a anunciar la Buena Noticia del Señor, en forma explícita y con el testimonio. Para todos nosotros esto es gozo y también responsabilidad”, agregó el obispo de la Diócesis de Osorno.

Estuvo presente en la oportunidad la violencia que se ha dado desde hace tiempo en todo el país y que en los últimos días llevó al saqueo de diversos negocios, a la quema y destrucción de bienes públicos y privados y al incendio de dos templos católicos en Santiago. Esto último fue muy lamentado por los pastores, porque se trata de lugares donde se reúnen los creyentes, pero, al mismo tiempo, recordaron que la Iglesia sigue viva y fortalecida, como cuerpo de Cristo, ya que la “Iglesia somos las personas”; también señalaron que  la lucha de los fieles contra tales acciones de maldad se da con la oración común de los creyentes. El obispo Jorge recordó que “es en los tiempos difíciles en los cuales se fortalece la fe, la esperanza, las convicciones; se purifica y se fortalece el auténtico valor de las tradiciones, porque es a través de ellas, que, principalmente el pueblo de Dios más sencillo, expresa su amor, su pertenencia y su unidad al Señor”.

Existe clara conciencia de que el diálogo y la comunión de los pastores de las iglesias acrecientan y enriquece la fe y la unidad, y cuando suceden situaciones difíciles, que remecen a los creyentes, todos se robustecen. En los cristianos se incrementa la práctica de la oración unida a la de Cristo, en la que Él pide que, así como Él y el Padre son Uno, los discípulos también sean uno, para que el mundo crea. 

Reconocieron que se puede apreciar que en muchos lugares hay un espíritu anticristiano; el laicismo que también se hace camino en Chile lleva este espíritu. Se nota el interés por sacar a Dios del corazón de los chilenos y chilenas y por ende de la nación. Se entiende que esto tiene un impacto muy negativo en nuestra sociedad y se ve como un obstáculo para alcanzar la realización de los anhelos profundos de fraternidad, de diálogo, de empatía, de respeto, de bien común, de justicia, que tienen los hombres y mujeres de esta nuestra tierra. 

Señalaron que, como pastores, tienen el llamado y la responsabilidad, hoy más que nunca, de fortalecer la fe, de apoyarse mutuamente, de levantar juntos la voz y los brazos y de renovar el compromiso con el Señor de que, aún en la adversidad, seguirán realizando su misión de adorar a Dios y de anunciar el Evangelio en todos los ámbitos de la vida y la sociedad.